viernes, 24 de abril de 2009

Historia de Kuimbae Aty

Kuimba’e Aty:
La otra verdad
De maestro de escuela, locutor y taxista, Christian Paniagua pasó a fundar y dirigir Kuimba’e Aty. Una asociación de hombres, a la que ellos pueden concurrir para denunciar, consultar y conocer mejor sus derechos y obligaciones. Un giro en la historia.

Papá para tres. Christian Paniagua (31) es papá de Bianca (10), Christian Ricardo (8) y Christian Rafael (12). Es locutor desde hace varios años en una radio luqueña; también es maestro en el nivel secundario, y tiene un negocio propio. Dirige la Asociación Kuimba’e Aty, con 600 afiliados. El grupo ya hizo varias campañas educativas, la última será sobre conducción de motocicletas.
“Hace 7 años, la que era mi mujer se fue a trabajar al extranjero y nunca más volvió. Yo me derrumbé y busqué ayuda, pero adonde fui me dijeron que solo atendían casos de mujeres. Entonces pensé que si no había un lugar para los hombres, donde alguien nos orientara, había que hacerlo. Así nació Kuimba’e Aty” (email:kuimbaeaty@gmail.com) cuenta Christian Paniagua, quien llegó a dar una entrevista sobre el tema a la cadena Univisión de México. “Recuerdo que, al principio, mis compañeros de taxi se reían de mi proyecto y me aconsejaban: ‘Dejá de joder, Paniagua, vos sos joven, vas a tener muchas mujeres todavía’, ‘da tus hijos, porque ninguna mujer quiere hijos de otra’ ”. -¿Y vos no pensabas lo mismo? -La verdad es que el hombre piensa que se va a quedar viejo y solo. Para qué te voy a mentir, lo primero que quise hacer, después de que mi mujer me dejó, fue ir a matarla, traerla del cabello. Llegué a meter a los chicos en el taxi para llevarles dos a mi mamá y uno a mi papá. ¡Qué locura iba a hacer! -¿Qué te detuvo? -Se me vino a la mente que había mamás que criaban a 10 hijos. Lo que me faltaba en ese momento no era ayuda económica, sino apoyo emocional, alguien que me dijera “vos también podés limpiar la casa, lavar la ropa de tus hijos, cocinar para ellos”.-¿Quién te iba a decir eso en un país machista?-Entre los mismos hombres tenemos vergüenza de contar cómo vivimos, las cosas que sufrimos; cuando no podemos más, tomamos y así contamos. En Paraguay no teníamos, como tienen las mujeres, una asociación adonde ir a contar cuál es nuestro problema, más que nada para recibir apoyo sicológico. -Por eso la idea prendió.-Sí, después de que pasaron los chistes, la cosa se volvió seria. Hoy me llaman de todo el país. Tengo la ayuda de otras personas, hombres que fueron víctimas. El año pasado, con la migración de las mujeres a España, el grupo tomó mucha fuerza.-¿Por qué elegiste un nombre que, salvo el género, ya existía en la organización femenina? -Porque para la población, Kuña Aty está identificada con el tema derechos. Entonces, si decimos Kuimba’e Aty, no hay necesidad de explicar qué es. -¿Tienen intenciones de relacionarse institucionalmente con las feministas? -Kuimba’e recién arranca; tenemos mucho por hacer. Ojalá podamos coordinar trabajos ambas organizaciones. El hombre y la mujer no tienen que confrontar, sino unir esfuerzos hacia el bien de la familia. -¿Cuál es el concepto de justicia que manejan los hombres? -El que dice la ley: 50% para la mujer, 50% para el hombre. Por ejemplo, nosotros también podemos reclamar la prestación de alimentos, abandono de hogar o violencia doméstica; esto incluye los arañazos en el pecho o la cara. -Pero la mujer –casi siempre– está en desventaja física. -Hay hombres que aprendieron que no se le pega a una mujer, y la mujer se aprovecha de eso. Y si no es física, es violencia sicológica. Algunas mujeres son como el boxeador, que sabe dónde golpear sin dejar rastros. -Supongo que el fin de la organización es el entendimiento.-Por supuesto. En Kuimba’e no buscamos ser fanáticos de los hombres, sino hacer lo correcto. Si hay una pelea por la tenencia de los hijos, no es que vamos a apoyar a un papá irresponsable, vividor o borracho porque es varón. Investigamos muy bien los casos, para eso tenemos profesionales. -Contanos algún caso.
-Te cuento uno que me llegó mucho. Un hombre que estaba preso me llamó desde la cárcel. Me contó que ya cumplió su condena, pero no quería salir. Su angustia era que tenía una hija de 16 años. La nena tenía 10 cuando a él lo condenaron. Me decía “yo le alzaba upa, y ahora no sé cómo tengo que tratarla, qué decirle. Ni ella ni su mamá nunca vinieron a verme en la cárcel porque tenían vergüenza de mí”. Después de algunas acciones conseguimos reencontrarlo con su hija. La esposa ya no le esperó. Pero él se quedó muy feliz y agradecido. -¿Te conmueven las historias? ¿sos tan sensible? -Sí, soy sensible. A los hombres desde mitã’i nos enseñan que las nenas nomás lloran. Y duele no poder llorar. Yo he visto llorar a muchos hombres cuando cuentan su historia. Los hombres nos tragamos todo. -¿Qué pensás hoy de tu ex mujer? -Le agradezco los hijos que me dio. Ya pasó lo amargo, ¡aprendí tanto después! -Y tus hijos, ¿qué recuerdan de ella? -Ellos se adecuaron. El mayor es el que se acuerda cuando su mamá se despidió y le dio un beso. Siempre les digo que cuando sean grandes van a poder hablar con ella y decidir. -¿Por qué se fue? -Para trabajar, para que estemos mejor. Yo lo tomé como algo normal en muchas familias. Después de 6 meses, me dijo: “No voy a volver. Encontré un país que me gusta, quiero pelear la vida desde acá, porque veo esperanzas. Sé que mis hijos quedan en buenas manos”. -Bueno, pero fue sincera. -Sí, fue sincera. Yo también, con los años, me di cuenta de que la embaracé muy joven, tenía solo 16 años y yo 19. No vivimos el noviazgo. Después ella creció y quiso vivir de otra manera; yo digo que le fascinó el extranjero. No sé dónde está ahora; una vez escuché que tuvo un accidente y que ella pensaba que eso le pasó por lo que hizo...-¿Rehiciste tu vida en pareja? -Sí, hace 4 años. El papá de mi actual mujer también crió 7 hijos, allá en la campaña, donde nadie sabe. Pero antes que nada le di prioridad a la relación con mis hijos; hoy nos llevamos de maravilla. Ellos son mi bendición, los “santos” que me dieron fuerza cuando no la tuve. Lo que yo quiero decirles a los papás es que luchen por lo que sienten, y que aún si el matrimonio se quiebra, sigan unidos a sus hijos. Una mujer puede llegar a ser una “ex”, pero un hijo es para siempre. Yo daría la vida por mi familia.
Lourdes Peralta.
ABC